Tu pelo, suave y brillante, castaño, ondulado,
vagando en ocres suspiros leves.
Paul Klee |
Tu pelo, suave y brillante, castaño, ondulado, vagando en ocres suspiros leves. Tu pelo, con olor a tabaco, sucio y húmedo, hundido en la colcha.
Tus ojos, verdes, pequeños, inexpresivamente suplicantes. Tus ojos, lejanos y esquivos, mentirosos. Tú, grandes pies, tú, suaves abrazos.
Recordó, con la legaña aún entre los dedos, que había recorrido agarrada a tu aliento sus propios mundos de miedos y deseos, tus dudas y certezas. Así, sin más, simplemente así.
Y ya dejó de pensar y solo tuvo fuerzas para meterse otra vez bajo aquellas sábanas sucias de lágrimas y estirar el brazo para sentir que allí no había nada, solo polvo en las esquinas y aquellos recuerdos que la miraban, intenso verde, desde las ventanas.
El sueño llegó y la pilló por sorpresa, no esperaba que la caída fuese tan corta y repentina. Y una vez allí, tumbada en la fresca, verde y mullida hierba se dejó llevar en brazos de una muerte dulce y eterna, sin mirar atrás, con las marcas del amor en su piel, con las del olvido en sus ojos.
Aquella preciosa tristeza le llenó una vez más el alma entera para dejarla con la vagina húmeda, chorreante, casi tanto como sus ojos.
1 comentario:
Tengo ganas de ver a tu gato y de dar un paseo por Lavapies. Que bien que estes por la blogsfera!
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