Extrañeza

El llanto se quedó mudo hace tres años ya.
Se quedó mudo y muerto
Igual que el silencio





ENAMORARSE

¿Lo oyes?
Es mi risa el día que chocamos por casualidad al borde de la ruina.
¿La oyes?
Ahora el ruido tiene un género, es sonido femenino, es la risa,
carcajada, la alegría.


El llanto se quedó mudo hace casi tres años. Se quedó mudo,
y tuerto,
igual que el silencio.
Ya nunca hay silencio, solo el sonido calmo de tus labios desgarrados en sonrisas,
demasiado cerca de mi lengua.


¿La oyes?
¿Oyes tu sonrisa?
Las lágrimas cubren todo mi cuerpo, como el sudor de una pena
que no quiero
que cese.
La sangre de esa melancolía dulce de la que siempre hablas.
A veces no te entiendo, y pierdo la cuenta de tus suspiros.
A veces me encierro y solo escucho tus tripas que gritan y aúllan y gimen.
Tus tripas que sonríen.
A veces quiero que te vayas para que quieras quedarte.
Y todo es tan confuso que solo puedo escuchar el sonido de tu ausencia,
el ruido de tu huida.
¿Los oyes? Son los niños suplicándonos dulces
¿Los oyes? Son los viejos suplicándonos sexo.


El llanto se quedó mudo hace tres años. Se quedó mudo,
hueco,
igual que el silencio.
Ya solo hay música, el sonido sordo de tus brazos enroscados en mi cuello,
muy lejano a mis raíces,
muy lejano a mis recuerdos.


¿Los oyes?
¿Escuchas tus abrazos?
Y el océano ya no es azul intenso, es de un gris muy frío.
Es oscuro.
Está vacío.
Y el océano ya no nos separa, sino que nos une hundidos, muerto bajo el frío.
Y sé que callo porque no quiero contarte más mentiras.
Y sé qué calla y
qué habla y
qué ríe y
qué mata
y sé que te irás pronto con tu sangre,
Con tu miedo,
Con tu voz y con tu pelo
Lejos, muy lejos, más lejos, tan lejos
Con tu voz,
con tu pelo
Con tu sangre y con tus miedos.


Y mi llanto se quedó mudo hace tres años ya.
Se quedó mudo.
Se quedó muerto.
Igual que tu silencio.
Y en su lugar puse la risa, la vida y la alegría,
la sangre, la pena y la ruina.


¿La oíste la pena?
¿La oíste vida mía?
¿La oíste la pena?

¿La oíste, mi vida?
Jara

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Un ataque de celos

Venías preparada.

Sabes que ha venido otras veces y sabes que esta no será diferente.

La ves llegar.

Siempre empieza de la misma forma:
un ligero hormigueo que sube
desde el estómago hasta la garganta.
Despacito, saltando los segundos a pares,
un momento congelado entre lo que han visto tus ojos y lo que hierve en tu nuca.
Nada es precipitado y todo es por sorpresa.
Te abraza, te inunda y tú ya no sabes vivir sin ella.
Es una sensación independiente a tí, casi amiga,
casi tan familiar como evocadora.
La recibes como quien se cruza con alguien que lleva la colonia de su exnovio.
¿cuándo llegaste? ¿cómo era la vida antes de elegirme?
¿te irás algún día? ¿me dejarás sola?
¿sabré vivir sin ti?
Abraza con fuerza tu garganta,
ya no puedes hablar, no te puedes ni mover,
¿correr? ¿hacia dónde? ¿ganar la carrera de las locas de remate?
Te escondes detrás de la inmovilidad.
Sonríes, es fácil.
Te abraza más fuerte y tú te dejas.
Poco a poco se convierte en una nuez que va subiendo por dentro de tu cabeza hasta el cerebro,
que cada vez te pesa más.
La nuez se convierte en un sombrero de los de ala dura y se coloca ladeado sobre tu cabeza.
Sientes su presión sobre las sienes, el precio de ser la elegida.
Estará allí por unos días, esperando su próxima oportunidad.

Irene

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