It follows

Me gusta la oscura y fría sala,
el olor a productos de limpieza ultra rápida entre peli y peli...


It follows, David Robert Mitchell


   Esta semana hemos ido dos veces al cine. ¡Dos jodidas veces! ¡Twice! ¡Due volte!. Hacía tanto tiempo que no pasaba algo así que siento una extraña emoción solo de pensarlo. Y además he visto dos películas increíbles. ¡Dos! La virgen santa. Tan increíbles las dos que una de ellas, la que he visto hace escasas horas, me ha llenado la cabeza de pajaritos terroríficos y soy absolutamente incapaz de conciliar el sueño. 

   Me gusta el cine, me gusta ir al cine, me gusta esa oscura y fría sala, con es aroma de productos de limpieza ultra rápida entre peli y peli, mezclado con el salado olor de las palomitas y de los alientos y sudores humanos. Me gusta escuchar la respiración de la gente, sus susurros al entrar, sus quejas cuando el temita de la publicidad se hace insoportable. 

   Me encanta el cine, de verdad, pero no voy prácticamente nunca. Creo que una de las razones principales es que el tipo de películas que me gustan no suelen estrenarse en las salas de España, supongo que por el escaso éxito económico que tienen la mayoría. Pero en los últimos años, gracias en parte a pequeños festivales maravillosos, en parte a la moda del gusto por lo elitistamente desconocido (moda que en más de una ocasión me ha puesto de muy mala hostia), es posible degustar y devorar joyitas varias en pantalla grande.

   Llevaba un tiempo esperando para ver It Follows. La teníamos en casa, por supuesto, pero guardábamos la esperanza de que en algún momento se estrenara en los cines de Madrid. Y llegó el día. Y fuimos a verla. Y no defraudó para nada.

    Una querida amiga me la había recomendado. Una de estas amigas que nunca se equivoca respecto al cine, una de esas amigas a la que siempre le pregunto el típico qué has visto últimamente y cuyas respuestas siempre me dejan satisfecha: o me habla de alguna joya desconocida y crea en mí unas maravillosas expectativas o hemos visto lo mismo y nos enfrascamos en conversaciones interminablemente enriquecedoras. Pero volviendo al tema; hace unos meses me dijo que había visto It Follows, había ido ella sola a la sesión matinal, sesión ya de por si solitaria, pero ese día lo fue especialmente ya que no había nadie más en la sala. ¡Ella sola en la sala viendo una oda al terror juvenil! ¡Ella sola ante la pantalla viendo como David Robert Mitchell, con su ritmo lento y exquisito, ha convertido esta historia adolescente en 100 minutos de bellísima ansiedad! La envidié. La envidié mucho. Con envidia de la mala. Me contó también que al salir, a pesar de ser la hora del almuerzo, no pudo reprimir el horror al volver a casa, mirando por encima del hombro a cada paso, en una calle atestada de gente parsimoniosa.
 
   No me cuentes más, le dije, alargando la "a" para darle un toque desesperado a mi súplica. Voy a verla en cuanto la estrenen, le dije, rotunda y convencida de que si la veía en las mismas circunstancias que ella iba a estar unos cuantos días sin pegar ojo. Cuando entré me enfadé un poco. No estaba yo sola en la oscura sala, había más gente. Mucha más gente. Gente a mi alrededor, gente normal, gente que me resultaba conocida, algunos que me atemorizaban un poco, otros de cara amable, todos sentados y atentos a la pantalla. Todo correcto. Todos quietos. Esperando al apagado total y al final del silencio. Y empezó.

   Sé que esta noche tendré unas bellísimas pesadillas en consonancia con la increíble fotografía, aderezados con una fantástica y escalofriante banda sonora (DisasterPeace) envuelta en colores e imágenes terroríficamente maravillosas. Sé que correré sin moverme y pegaré golpes sin fuerza. Tendré toda la noche ese sentimiento de desasosiego que inundó hoy la sala y sonreiré perturbada al despertar, descubriéndome a mí misma mirando por la ventana, con el estómago en un puño esperando que no... por favor no... 

  



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