Sonrisas

Aquel invierno salió el sol cada mañana, y los parque estaban llenos de ojos que miraban inquietos hacia las nubes. NAdie entendió durante todo el invierno porque no caía agua desde las estrellas. Cuando llegó la primavera todo seguía igual, todas las mañanas, un sol sonreía desde el cielo a los moribundos que paseaban por los parques, mirando anhelantes entre las ramas secas de los arboles que luchaban por florecer.
Un dia, a eso de las 7 de la tarde, esa hora triste y desapacible en la que acaba el dia y aún no ha empezado la noche, Katalina decidió dejar de mirar hacia arriba, y dirigir sus ojos hacia el suelo. Dedos, el suelo estaba lleno de dedos que crecían espigados como briznas de hierba, dedos gordos, flacos, huesudos, con pelo, con uñas de colores, con uñas sucias, con uñas mordidas, dedos con padrastros y con madrastras, dedos vivos, que señalaban hacia el cielo con la insistencia propia del dedo acusador. Katalina lo vio todo claro, ¿Como no se habia dado cuenta antes? ¿Como nadie se habia percatado del crecimiento desmesurado de dedos salvajes? Miró hacia donde señalaban todos aquellos dedos inquebrantables, y alli estaba, El Sol, sonriendo, en el cielo sin nubes, sin pájaros, sin aire. Katalina siguió con paso muerto su camino, mirando al sol, con lágrimas en los ojos.

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